La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por un aumento del nivel de azúcar en sangre (glucemia) y que se produce por la deficiencia de secreción de una hormona llamada insulina por el páncreas. Esta hormona, es la encargada de regular el nivel de azúcar en sangre. Si falta la hormona o se produce en forma insuficiente, el nivel de azúcar en sangre aumenta. Hace mucho tiempo que se conoce que la diabetes produce problemas en distintos sectores del organismo, generando complicaciones que se podrían prevenir con el tratamiento correcto precoz. De modo que la diabetes es una de las principales preocupaciones de la medicina preventiva. Hacer un correcto diagnostico y un tratamiento precoz, previene muchas enfermedades futuras en un gran porcentaje de los casos.
En este resumen, redactado para la información del publico en general, se habla sobre ciertos aspectos de la enfermedad que deben ser conocidos. Para aquellos que sufren de la enfermedad, o que tiene algún familiar cercano que la padezca, es importante conocer que cuidados deben realizar para prevenir sus complicaciones. Para aquellos que no la poseen, y que pueden tener antecedentes de diabéticos en la familia, es importante conocer que riesgo tienen de padecerla, y con que periodicidad deben hacer los controles preventivos para un diagnóstico precoz.
Se conoce que en toda la población, de cada cien habitantes, 5 a 10 pueden ser diabéticos.
La forma mas común es la diabetes del adulto, y es la que en general es manejada directamente por el médico de cabecera. El médico de cabecera y el equipo de salud (enfermeros, asistentes sociales) cercano a la comunidad ocupan un rol muy importante en el manejo de la mayoría de los pacientes diabéticos, pudiendo educar y brindar las herramientas para su auto cuidado, disminuyendo las complicaciones que produce esta enfermedad.
La Diabetes Mellitus es una afección muy frecuente en el mundo entero. Ocasionalmente produce síntomas desde su inicio y otras veces no presenta ninguno y pasa totalmente inadvertida. Su diagnóstico precoz permite establecer el tratamiento adecuado y evitar posibles complicaciones.
Existen en el mundo millones de diabéticos, de los cuales un gran porcentaje no lo saben. Muchos de ellos recién se enteran de su condición diabética al aparecer alguna complicación como, por ejemplo, un infarto de miocardio.
Cuando una persona normal ingiere en su alimentación azúcares, proteínas y grasas, el alimento es digerido en el estómago y absorbido en el intestino delgado. Luego llega al hígado, donde una parte se transforma en glucosa, que entra en el torrente sanguíneo y hace que el páncreas produzca insulina. La insulina permite que la glucosa entre en las células y produzca calor y energía.
En cierto modo, la insulina abre la puerta de la célula para que la glucosa pueda entrar. Cuando una persona diabética se alimenta, el páncreas no produce la insulina necesaria para que esta glucosa entre a las células, produciéndose una acumulación o aumento de azúcar en la sangre (glucemia elevada). Entonces el organismo consume grasas y proteínas para obtener energía.
Hay dos tipos de diabetes, la tipo I y la tipo II.
Diabetes Tipo I
La Diabetes Tipo 1 es llamada también “Insulinodependiente” porque requiere para su adecuado control la administración diaria de insulina. Esta forma clínica de diabetes se presenta con mayor frecuencia en niños y adultos jóvenes. Esta diabetes se produce porque las células del páncreas, que normalmente fabrican insulina, detienen su trabajo o producen cantidades insuficientes de la hormona.
En personas con predisposición previa a presentar este tipo de diabetes, infecciones virales o el propio sistema inmune del organismo pueden atacar al páncreas y alterar la secreción de insulina. Habitualmente, los síntomas aparecen en forma brusca; los más comunes son:
- cansancio o debilidad,
- apetito exagerado (polifagia),
- sed intensa (polidipsia),
- micción frecuente (poliuria),
- visión borrosa o cambios de la visión; todos secundarios al aumento de glucosa en la sangre (hiperglucemia).
La pérdida de peso súbita, refleja que hay bajos niveles de insulina y su presencia junto a los otros síntomas deben alertar sobre la necesidad de iniciar el tratamiento. El mismo consiste en la asociación de un plan de alimentación adecuado, ejercicio físico y aplicación de insulina, cuya dosis y frecuencia de inyecciones decidirá el médico en cada caso particular.
Diabetes Tipo II
La Diabetes Tipo II o “no insulinodependiente“, afecta habitualmente a adultos mayores de 40 años con sobrepeso. Esta es la forma clínica más común (90% del total de diabéticos). En el tipo 2, las células del páncreas producen insulina, pero el organismo no puede utilizarla adecuadamente. A esta incapacidad de usar eficazmente la hormona, se llama “insulinorresistencia“. En estos casos, el páncreas se ve obligado a fabricar cada vez más insulina, sin alcanzar el efecto normal, por lo que aumenta el azúcar en sangre.
Es una enfermedad hereditaria: se hereda la predisposición a presentarla y distintos factores la desencadenan, como infecciones, intervenciones quirúrgicas, embarazo, menopausia, emociones, etc.
Debe destacarse como un factor que precipita la diabetes a la obesidad, por producir insulinorresistencia. Una persona que tiene familiares diabéticos (predisposición) debe evitar ser obesa.
El comienzo de la enfermedad es lento, presenta los mismos síntomas que la diabetes tipo I, pero generalmente más leves. Esto explica que, tanto para el paciente como para el médico, sea más dificultoso su diagnóstico.
La mayoría de los diabéticos no insulinodependientes puede alcanzar un buen control metabólico con el plan de alimentación (alcanzando el peso ideal) y ejercicios físicos. En algunos casos es necesario agregar al tratamiento medicación oral (hipoglucemiantes orales). La aplicación de insulina se reserva para situaciones especiales como adelgazamiento, embarazo, intervenciones quirúrgicas, infecciones u otras enfermedades que puedan interferir con el control de la glucemia.
A nivel ocular la diabetes puede traer distintas alteraciones como: cataratas, glaucoma, afecciones del nervio óptico, alteraciones en los músculos extraoculares, afecciones corneales, predisposición a infecciones y retinopatía diabética.
¿Qué es la retinopatía diabética?
La retinopatía diabética es una de las complicaciones más frecuentes que sufren los pacientes con diabetes y la segunda causa de ceguera en los países occidentales. El riesgo de que aparezca aumenta en las personas que más años llevan viviendo con su enfermedad, por lo que los especialistas insisten en la importancia de las revisiones periódicas.
La retinopatía diabética es una complicación de la diabetes y una de las causas principales de la ceguera. Ocurre cuando la diabetes daña a los pequeños vasos sanguíneos de la retina, que es el tejido sensible a la luz situado en la parte posterior del ojo. Para tener buena visión, es necesario tener una retina saludable.
La retinopatía diabética es uno de los problemas más graves en oftalmología, pues es una de las causas más frecuentes de ceguera en personas de 20 a 65 años. Gracias a los tratamientos actuales, los diabéticos gozan de una mayor supervivencia, lo que implica un aumento de retinopatías diabéticas, pues su aparición se relaciona estrechamente con la duración de la diabetes. Así pues el 90 % de los diabéticos con más de 20 años de evolución, sufre dicha retinopatía en algunos de sus grados y así un 40 % presenta una retinopatía tras 30 años de enfermedad.
Si usted tiene retinopatía diabética, al principio no notará ningún cambio en su visión. Pero con el tiempo, la retinopatía diabética puede empeorar y causar una pérdida en la visión. Generalmente la retinopatía diabética afecta ambos ojos.
La retinopatía diabética tiene cuatro etapas:
- Retinopatía no proliferativa leve. Esta es la etapa más temprana de la enfermedad en la que aparecen los microaneurismas. Estas son pequeñas áreas de inflamación, que parecen ampollas, en los pequeños vasos sanguíneos de la retina.
- Retinopatía no proliferativa moderada. Según avanza la enfermedad, algunos vasos sanguíneos que alimentan la retina se obstruyen.
- Retinopatía no proliferativa severa. En esta etapa muchos más vasos sanguíneos se bloquean, haciendo que varias partes de la retina dejen de recibir sangre. Entonces estas áreas de la retina envían señales al cuerpo para que haga crecer nuevos vasos sanguíneos.
- Retinopatía proliferativa. En esta etapa avanzada, las señales enviadas por la retina para alimentarse causan el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. Esto se llama la retinopatía proliferativa. Estos nuevos vasos sanguíneos son anormales y frágiles. Crecen a lo largo de la retina y de la superficie del gel vítreo, el gel incoloro que llena el interior del ojo.
Por sí mismos, estos vasos sanguíneos no causan ningún síntoma o pérdida de la visión. Sin embargo, tienen paredes muy delgadas y frágiles. Si llegaran a gotear sangre generando hemorragias (hemovítreo), podría haber una pérdida severa en la visión o incluso resultar en la ceguera.
Los vasos sanguíneos dañados por la retinopatía diabética pueden causar una pérdida en la visión de dos maneras:
- Se pueden desarrollar vasos sanguíneos anormales y frágiles que pueden gotear sangre en el centro del ojo, opacando la visión. Esto es la retinopatía proliferativa, y es la cuarta y la más avanzada etapa de la enfermedad.
- Líquido puede gotear dentro del centro de la mácula, la parte del ojo que provee la visión central clara. Este líquido también hace que la mácula se inflame, nublando la visión. Esta condición se llama edema macular. Puede ocurrir en cualquier etapa de la retinopatía diabética, aunque es más probable que ocurra al progresar la enfermedad. Aproximadamente la mitad de las personas que tienen retinopatía proliferativa también padecen de edema macular.
El edema macular y la retinopatía diabética se detectan al hacerse un examen completo de la vista que incluye: Prueba de agudeza visual, examen con dilatación de las pupilas, tonometría.
Su oftalmólogo le examinará su retina para ver si hay señales de la enfermedad, incluyendo: Vasos sanguíneos que gotean, inflamación de la retina (edema macular), depósitos pálidos y grasosos en la retina, que son señales de que los vasos sanguíneos están goteando, tejido del nervio dañado, cualquier cambio a los vasos sanguíneos.
Si su oftalmólogo cree que usted necesita un tratamiento para el edema macular, le puede sugerir una angiografía fluoresceínica. En este examen, le inyectan un colorante especial en el brazo y le toman unas fotografías cuando el tinte está pasando por los vasos sanguíneos de la retina.
Este examen permite a su oftalmólogo identificar cualquier goteo de los vasos sanguíneos y recomendar un tratamiento.
El edema macular se trata con cirugía láser. Este procedimiento se llama tratamiento focal con láser. Su oftalmólogo le hace varios centenares de quemaduras pequeñitas con láser en la parte de la retina que gotea alrededor de la mácula. Estas quemaduras retrasan el goteo del líquido y reducen la cantidad del líquido en la retina. La cirugía generalmente se realiza en una sola sesión, pero a veces se requiere tratamiento adicional.
Un paciente puede necesitar la cirugía focal con láser más de una vez para controlar el líquido que gotea. Si usted tiene edema macular en ambos ojos y requiere cirugía láser, generalmente le tratarán un ojo a la vez, usualmente con una diferencia de varias semanas entre las dos cirugías.
El tratamiento focal con láser estabiliza la visión. La visión se mantiene en un 77% de los casos. En pocos casos, si la visión se ha perdido, se puede mejorar. Si usted tiene alguna pérdida de visión, visite a su oftalmólogo.
Durante las tres primeras etapas de la retinopatía diabética no se necesita un tratamiento, a menos que tenga edema macular. Para prevenir el progreso de la retinopatía diabética, las personas con diabetes deben controlar los niveles de azúcar en la sangre, la presión arterial y el colesterol.
La retinopatía proliferativa se trata con cirugía láser. Este procedimiento se llama fotocoagulación retiniana. Este tratamiento ayuda a reducir los vasos sanguíneos anormales. Su oftalmólogo le hará entre mil y dos mil quemaduras con láser en las áreas de la retina lejos de la mácula, haciendo que se achiquen los vasos sanguíneos anormales. Debido a que es necesario realizar muchas quemaduras con láser, usualmente se necesitan dos sesiones o más para completar el tratamiento. Aunque usted puede notar que ha perdido algo de su visión lateral, la fotocoagulación retiniana puede preservarle el resto de su visión. Este tratamiento puede reducirle un poco su visión de color y su visión de noche.
El tratamiento de fotocoagulación retiniana funciona mejor antes de que los nuevos y frágiles vasos sanguíneos empiecen a sangrar. Por eso es muy importante hacerse regularmente un examen completo de la vista con dilatación de las pupilas. Aún cuando usted ya haya empezado a sangrar, es posible que todavía se pueda hacer el tratamiento de fotocoagulación retiniana, dependiendo en la cantidad de la hemorragia.
Si la hemorragia es severa, o si usted tiene mucha sangre en el centro de su ojo (gel vítreo) usted puede necesitar un procedimiento quirúrgico llamado vitrectomía. Una vitrectomía se realiza bajo anestesia local o general. Se realiza una incisión pequeña en el ojo. Después, se utiliza un instrumento pequeño para quitar el gel vítreo que está nublado con la sangre. También la vitrectomía está indicada en los casos de desprendimiento de retina secundarios a la retinopatía diabética.
La retinopatía diabética frecuentemente no ofrece ninguna señal de advertencia temprana. No espere a tener síntomas. Asegúrese de hacerse un examen completo de la vista con dilatación de las pupilas, por lo menos una vez al año.
Dr Rogelio Alejandro Ucha
M.N. 98397
Especialista Oftalmología UBA
Miembro Titular Sociedad Argentina de Oftalmología
Miembro de la Sociedad Europea de Cataratas y Cirugía Refractiva
Miembro de la Asociación Americana de Oftalmología
Jefe del Servicio de Oftalmología Centro Gallego de Buenos Aires
Jefe del Servicio de Oftalmología Hospital Israelita de Buenos Aires
Director Médico Grupo Oftalmológico
Docente de la Universidad de Buenos Aires